Cantar para vivir mejor
- Anne Robert
- 22 abr
- 3 Min. de lectura
Después de los 75 decidí aprender a cantar a pesar de todas las ideas recibidas que “ya la voz no da” a esta edad. ¡Mi profesora tiene 84! Cierto que ¡no nos vamos a presentar en un escenario por horas y a todo volumen! Pero no es la meta. En realidad, no hay meta; solo el cantar. El gozo de hacer música con el cuerpo, de habitar más plenamente esta casa que me regalaron al nacer.

Lo que descubrí de mí misma me sorprendió y me agradó: Empecé a concienciar y mover partes corporales diferentes en mi rostro, mi cuello, mi pecho, mi espalda; músculos dormidos y ausentes. Sentí la vibración de mi voz en mi nariz, mis mejillas, mi torso. Aprendí a concentrar mi atención a la vez dentro y fuera de mí. Volví a memorizar largos poemas para cantarlos. Me detuve en expresar emociones y sentimientos ocultos en el baúl de mi inconsciente.
Escuchar una canción es un gran placer, pero cantarla es todo un viaje.
El premio inesperado es que está mejorando mi condición física y emocional. Me siento con más ánimo y noté, en particular, una clara mejora en una debilidad que tengo en los pulmones, y me afecta cada vez que cambia el clima de manera repentina: cambios de temperatura o de humedad. Hmm … ¡interesante!

Una investigación sobre los efectos del canto en la salud me confirmó que no parece ser mi imaginación. Son muchas las fuentes de información sobre el tema.
Cantar aumenta la tonicidad del cuerpo, al mejorar la oxigenación y la capacidad muscular, en particular de la cara (previene las arrugas), espalda, muslos y abdomen; mejora la circulación sanguínea y la coherencia cardiaca; también fortalece el sistema inmunitario, la defensa contra el asma y el apnea del sueño así como la producción de oxitocina (hormona de la felicidad); por tanto, el canto mejora el estado de ánimo, la autoestima y ayuda en casos de depresión y ansiedad, sin mencionar los beneficios para la memoria.
Además, cantar en grupo fortalece el sentimiento de armonía, pertenencia, y solidaridad.
Así que no sería sorprendente que el canto haya sido una de las fuentes más comunes de salud y bienestar en nuestro pasado, y podría ser interesante retomar esta vieja costumbre casi desaparecida, compartida por todos los humanos desde hace miles de años.
En nuestra historia occidental, el canto era parte de todas las actividades de la vida, tanto religiosas como laborales y festivas. Durante siglos, el canto les daba ánimo, ritmo y cohesión a los trabajos cotidianos agrícolas, artesanales y domésticos, tanto de hombres como de mujeres. Se cantaba en toda ocasión: para acompañar el caminar y las actividades manuales dentro y fuera de la casa. En las cocinas, eran también una manera de contar los tiempos de cocción de los alimentos, entre otras funciones.

Mejor conocidas, las fiestas y celebraciones de todo tipo no se concebían sin cantos.
Hoy en día, el cantar ha prácticamente desaparecido de nuestra cotidianidad, para ser reemplazado por el escuchar música y canciones grabadas, lo que es agradable y puede ser positivo para el ánimo, pero no conlleva las mismas ventajas para la salud.
Dejemos por ratos las grabaciones y retomemos el viejo hábito de cantar en toda ocasión. Si te parece la idea, aprendamos la letra completa de nuestras canciones favoritas o descubramos nuevas y cantemos las mientras nos dedicamos a nuestras actividades manuales, que no faltan en la vida cotidiana.
¡Una magnífica forma de mantener nuestra juventud y entusiasmo para la vida¡
Genial! Me gustó mucho esta reflexión sobre esta bonita costumbre que hemos perdido y que nos conecta con nuestro cuerpo y alma. Posiblemente producimos oxitosina, pues experimentamos alegría y placer. Gracias Fabiola por compartir esta bonita experiencia.