Cuando terminé la primera fase el tratamiento oncológico, el médico me dijo que, para recuperar el movimiento y flexibilidad del brazo y la mano derecha, debía hacer terapia y, me dio 2 opciones:
la primera era ir a la clínica de rehabilitación del Seguro (“queda a una hora y media de mi casa la ida y dos horas la venida”, pensé), la segunda era coser. Cuando pronunció esa palabra yo me quedé fría: ¡nunca había cosido en la vida! mi mamá siempre me dijo que yo era muy buena para las materias, pero las tareas de costura me las hacía ella.
Escogí la segunda opción y le pedí a Juan Carlos, el novio de mi hija, excelente artesano, que me enseñara macramé. Un domingo, llegó a la casa y, extrañamente, en media hora aprendí a hacer manillas, las más sencillas, pero manillas al fin.
El colocó en el espaldar de una silla, 4 grupos de hilos de color rojo vino, trenzó el primero despacio, indicándome cómo lo hacía. Al terminar, me dijo que intentara hacer lo mismo con el segundo grupo de hilos, ¡no lo logré!, sonrió: “¡tranquila! vamos con calma”. Tejió el segundo grupo y me invitó a trabajar en el tercero. Salió mejor, pero le faltaba; me aconsejó que lo desbaratara para que me quedara más clara la técnica. Identificamos los errores, y en seguida, tejí el cuarto. Para mi asombro ¡¡¡¡ quedó bien!!!!
Al principio, hacia las manillas de un solo color, pero en otro fin de semana Juan Carlos me enseñó con colores variados. Fue espectacular: revisamos en YouTube “que todo lo sabe” cómo se combinan los colores. Trabajando con las manillas, me di cuenta que el color impactaba mi estado de ánimo. Hay colores que animan y otros que deprimen. Recordé que, en los psiquiátricos, usan ciertos colores para apaciguar a los pacientes y otros para animarles. Descubrí que como los colores son irreverentes, yo creia que solo se combinaban el amarillo , el azul o el rojo, y que la única secuencia era la del arcoiris. Pero resulta que el verde y el azul , por ejemplo, combinan muy bien aunque no obedecen a la lógica que aprendí en el colegio, y desde entonces y hasta ahora, sigo trabajando el tema en otras artesanías de las cuales les contaré más adelante.
Estuve dos meses haciendo manillas combinando dos colores, hasta que acabé los hilos que me obsequió Juan Carlos. Lo convertí en el regalo de navidad para toda mi familia y amistades: preparé unos paquetitos con papeles multicolores, combinando verde con azul, naranja con gris, etc. Quedaron muy bien presentados, y las personas se alegraron porque era la primera vez que les regalaba un objeto hecho por mí. Me miraban con incredulidad: “¡nunca pensé verte haciendo esto!”.
Al año siguiente, una red de organizaciones con las que trabajo tenía un encuentro latinoamericano y me contrataron 100 manillas para darle un recuerdito a sus participantes. Tuve que buscar asesoría para saber cuánto cobraría, con ese dinero volví a comprar una buena cantidad de hilos y seguí haciendo manillas de vez en cuando.
Un año después, en la revisión médica, el oncólogo me felicitó por lo bien que iba la recuperación de mi brazo y mano derecha.
San José Costa Rica, junio 2024
QUE bueno que te gusta
muy bonito texto, me dió ganas de intentarlo yo!