Descubrí la terapia de las constelaciones familiares con un amigo de toda mi confianza. Esta técnica consiste en realizar una introspección sobre las relaciones familiares, adquirir información sobre sus integrantes, identificar los patrones que afectan la salud emocional y buscar superarlos. Como lo plantea la psicóloga Marta Guerri: “Es un método suave y sensible que permite revelar las energías de las relaciones por medio de los representantes, para que pueda conducir a una solución”.
En el proceso, ubicamos que mi interés principal era la necesidad de restablecer la relación con mi madre, que yo percibía como muy tensa, debido a las diferencias de opinión que tuvimos durante nuestra convivencia.
Me recomendó hablar con familiares de ella que me permitieran ubicar mi línea materna, desde 3 generaciones anteriores: Margarita, mi mamá, mi abuela Sofía y mi bisabuela Natalia. Para ello, recuperé sus fechas de nacimiento, fotografías y breves resúmenes de sus historias de vida.
Cuando fuimos a la sesión, la profesora que la dirigió me pidió pasar al centro e indicar a cuáles personas quería invitar. Escogí a mi mamá, mi bisabuela y mi hija Natalia (ella lleva el nombre en honor a la bisabuela a quien mamá quería mucho).
Tres personas se colocaron en el centro, asumiendo el rol de cada una de ellas. Empezamos a dialogar: yo traté de hablar con la persona que representaba a mamá para pedirle excusas por lo que la hice sufrir y todo lo que le peleé desde que era muy niña. Ella me miraba desconcertada y todo el tiempo decía: ¿De dónde sacas eso?. Nosotras nunca peleamos. ¡Qué extraña es la vida! Yo cargada de culpa y, según esto, mi mamá ni se dió por enterada.
Luego, caminé por el salón entre las personas que representaban a las dos Natalias, mi bisabuela y mi hija, y sentí una relación muy linda y tranquila. De pronto, se levantó una persona del público y dijo: “quiero participar". La profesora me preguntó quién faltaba y caí en cuenta que era mi abuela Sofía.
Recordé que, con ella, a los ocho años, di mis primeros pasos en el trabajo social apoyando a personas de un barrio popular de mi pueblo. También le admiré su capacidad de ir sola a una excursión en Europa, siendo una persona muy mayor. Con ella, mamá también tenía una relación muy tensa.
La bisabuela Natalia se fue acercando a cada una y le dijimos lo que sentíamos. Al finalizar la ronda, tomó de la mano a mi mamá y mi abuela, en un gesto de reconciliación entre las dos. Quedó evidente que el nudo del problema venía de ahí. Luego, llamó a mi hija a unirse al círculo y finalmente a mí. Nos dimos un abrazo colectivo y sentí que un peso muy grande se me quitaba de encima.
Continué el proceso con mi amigo y fuimos profundizando en las relaciones con otros miembros de la familia. Esta experiencia ha sido muy valiosa para el cuidado de mi salud emocional, permitiéndome entender que ella depende en parte de la impronta familiar.
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